jueves, 24 de noviembre de 2011

A MIS 50 AÑOS

Después de algún tiempo callado, regreso para compartir la celebración de mi primer medio siglo de existencia.
En realidad lo que quiero celebrar son mis bodas de oro con la vida. Hace 50 años que estoy enamorado de ella, y cada vez la quiero más, y mejor.
Así que le he dedicado un poema a mi amada. Y con la indiscreción que me caracteriza, lo hago público para que lo sepa todo el mundo. Hay cosas que no cambian.


A MIS 50 AÑOS



Esos son, prácticamente,
los años que tardé en estar encantado de conocerme,
disculparme por llegar pronto a todas partes,
perdonarme porque no me duelan ciertas cosas
y en cambio me alegre de otras de las que, dicen, no debería uno.
Me declaro con derecho a la indulgencia y a la coartada.
Ahora me doy la mano cuando me veo, y me sonrío
y me saludo por la calle, y me alegro de encontrarme.
Ahora sí que estoy dispuesto a vivir conmigo, y desde luego,
no pienso reconocer que me arrepentí de ignorar,
que me desdije de mis manifestaciones inamovibles,
que rechacé lo ineluctable y me aferré, a veces, al desacierto,
que a menudo preparé mi defensa de mis damnificados,
que no me hice responsable de algunas decepciones,
que no curé algunas heridas.
Es verdad que los hay más rápidos en darse cuenta
de que la vida es lo único que se puede amar.
Yo he tardado cincuenta años.