En primer lugar: el encuentro con el club de lectura Montserrat Roig fue una experiencia magnífica. Eva y Laura, y el resto de mujeres (porque todas lo eran) asistentes al encuentro hicieron de él lo que fue: una tarde de lluvia de junio dedicada a descifrarse los códigos del alma y de la razón y a poner en claro, o intentarlo, los adjetivos y adverbios que los unen.
Volveré cuando me lo pidan, eso es seguro.
Y luego hace menos, el viernes pasado 17 de junio, me fui a Granada a riesgo de hallarme en un barranco como no habría sido el primer poeta al que le ocurre lo mismo en esa ciudad de memoria histórica arrebatada.
Allí ofrecí una nueva presentación de mi todavía único libro a una gente más joven que yo que me miraba con respeto y me hablaba de usted.
Y el evento tuvo lugar en la calle Buen Suceso, la misma donde hace años hice mi primera lectura pública de mis poemas hasta ese momento guardados. Y luego hay todavía quien cree que la casualidad existe!
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